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AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 20 de mayo de 2012

¡Saprotrofo!


SAPROTROFO

“En ecología se llama saprotrofia a la dependencia que muchos organismos, llamados saprótrofos, tienen para su nutrición de los residuos procedentes de otros organismos, tales como hojas muertas, cadáveres o excrementos. También se puede llamar al fenómeno saprobiosis y a los organismos que lo representan, saprobios (generalmente usado como adjetivo) o saprobiontes”. 


Ira Falocina, iba enfundada en unas negras mallas ajustadas de cintura baja que contrastaban con su pálido vientre plano, estaba acabando de ceñirse las correas de cuero negro en hombros, brazos, pectorales y piernas que terminaban en unas afiladas puntas plateadas, para rematar a su contrincante con un abrazo mortal. Alrededor de la cadera, llevaba encajado un cinturón, con una funda, donde dormitaba su cuchillo de doble filo, que tanto podía servir para introducirse repetidas veces por el cuerpo de su adversario, como para separarle la carne de los huesos, tal vez, por eso, lo llamaban, cuchillo de combate, era el que usaban todos los soldados. Se encasquetó finalmente, un casco que sólo dejaba ver sus preciosos ojos grisáceos, que se hizo fabricar especialmente para ella, de donde salía una larga y espesa cola hecha con alambres y anillas entrelazadas de tilunio, (dentro de los metales indestructibles, era el más liviano) para que se enredara cualquier espada que le viniera por la espalda. Se colocó los guantes de cuero, con tachuelas en los nudillos y finalmente, se ató las botas, que consistían en unas tiras de negruzco cuero rematadas con púas para poder asestar sus fatídicas patadas.

Realmente, Ira, hubiese preferido, simplemente, llevar una túnica negra, entallada a la cintura, pero la requerían para la toma de posesión del mando de una de las unidades del Ejército de Addus, pues había hecho méritos en las campañas en las que había participado. Así que debía renunciar a la comodidad de la túnica de hilo y debía aceptar la monstruosidad que observaba ante el espejo, y que sería aclamada en el acto como algo digno de ovación, no comprendía por que debía ponerse el equipo de combate para asistir al evento, pero había muchas cosas que no entendía, tal vez por que en el fondo, era consciente que nada de eso, le concernía. Había sido instruida por la propia Tarish, que estaba a la cabeza de la estructura política del reino y perteneciente al clan Janat, clan principal del reino. Juntas, ultimaban los preparativos, para su regreso a su ciudad natal, Morgholm, destino que nunca había visitado, pues había sido raptada al nacer.

Tarish, no se interesó por Ira por que ella fuera especial, sino por que necesitaba a alguien del clan Berserk, ya había intentado, con anterioridad, convencerlos, primero, con la diplomacia, luego, bajo amenazas, pero finalmente, optaron por el secuestro. Nunca quiso convencerla, ni imponerle su verdad, pero advirtió a Ira que no fuera como ellos, tenían fama de ser una panda de locos e irracionales, y ella le daba la oportunidad de aprender, y la oportunidad de vengarse, pues si se hacía fuerte, al menos tendría esa oportunidad, y durante un tiempo, en Ira se apoderó la esperanza de matarla, y Tarish, siempre le recordaba que nunca renunciara a su venganza, que siempre estaba a tiempo de hacerlo, que ella lo comprendería.

Pero pasaron los años, e Ira abandonó ese odio irracional, adoptó las tradiciones del clan de Janat, el clan que la acogió. No podía juzgar las motivaciones de Tarish, por que las desconocía, tal vez, ésta había decidido no hacerle participe de ellas, no podía opinar si sólo contaba con un punto de vista, si no tenía con que contrastar, y eso requeriría un innecesario acto de fe. Por lo que había aprendido, a lo largo de esos años, es que la gente del clan Janat, sólo se movía por certezas, y desechaban cualquier cosa que pudiera inducirles al error. Vivían el presente. Les era propio lo que tenía enfrente.

Al principio, reconocía que podía chocar la belicosidad del clan Janat, ya que quizás sería mal interpretada, pudiendo considerarse como un afán de territorialidad, contradictorio, para unas gentes que sólo se preocupaban de su presente, del aquí, del ahora. Pero ellos le enseñaron que aunque era responsable de su propia existencia, era capaz de alterar con sus actos, la de otros, y aunque fuera consciente de ello, e intentara vivir en armonía para evitar reducir el impacto de su ser, sobre otros, controlando sus acciones, había individuos que no lo hacían, es por ese motivo, que Tarish, se había movilizado, aliándose con otros clanes, de misma ideología.

Ira tuvo muchas dudas al respecto, al principio no compartía sus ideas, pero Tarish, se callaba, y le pedía que por favor, le expusiera que pensaba al respecto. Entonces, Ira, empezaba a fantasear. La idea de ser dueña de si misma le fascinaba. Le gustaba lo de ser libre. Lo de vivir el presente. Comprendía que si ella era libre, los demás también tenían derecho a serlo. Estaba de acuerdo, en que si algo le hacía daño a ella, también haría daño a los demás.

Aunque, la solución de Tarish era perjudicar a los que perjudicaban a los demás, y se cuestionaba si luego se perjudicarían a si mismos, por perjudicar a los primeros. Le entraba dolor de cabeza, con tanto trabalenguas, quizá los que se dedicaban a perjudicar, estaban siendo perjudicados por los individuos que perjudicaban. Se sentía reconfortada por las risas de Tarish que intentaba seguir el hilo de sus pensamientos.

Sea como fuera, Ira lo vio en sus ojos, Tarish quería cambiar el mundo, y por lo visto, lo habían intentado varias veces. La diplomacia no les había servido de mucho. Ellos que habían vivido en paz en el reino de Addus, en comunión con la naturaleza durante siglos, aliándose con otros clanes, trabando fuertes amistades, intercambiando conocimientos, cultura, creciendo, evolucionando, ahora se habían visto en vueltos en una época de oscuridad a la que sólo podían responder con violencia.

Tras la Toma de Posesión, entraron en un gran salón, donde se celebraría un gran banquete. Aún siendo el personaje homenajeado, no se sentó en la mesa principal, sino que se sentó en una de las mesas secundarias donde estaban los demás altos cargos del ejército, junto a otros como ella que eran responsables de alguna unidad. Algunos estaban admirados con su casco, otros se mofaban, otros simplemente estaban sorprendidos. Siempre había sido la comidilla por sus extravagancias en el vestir, sus púas, sus puntas afiladas, pero eran bastante efectivas en la lucha cuerpo a cuerpo, aunque un poco incómodas para relacionarse con la gente de a pie, pero el recuerdo de algún brazo amputado por que algún inútil despistado se le había acercado por la retaguardia, no le quitó el apetito.

Tenían que partir al día siguiente, y estaba con los nervios a flor de piel. Esa misma noche, Tarish le dio la relación final de los soldados asignados para la misión y los convocó en uno de los cuarteles. Entre los reclutas asignados, contaba con un visionario, era uno de los más requeridos, pero también uno de los más temidos, pues podía apropiarse de un cuerpo permanentemente, si éste le agradaba, pocos clanes, podían evitar que los visionarios se adueñaran de sus cuerpos, pero el resto de clanes eran, simplemente, carnaza.

Para Tarish, los visionarios, eran fundamentales, eran sus principales aliados. Si los visionarios pudieran apropiarse de los cuerpos de los miembros del clan Janat, esa alianza no hubiese existido nunca. Pero ambos aprendieron a coexistir. Los visionarios, envidiaban a los del clan Janat por su longevidad. Aunque eran más poderosos que ellos, y absorbían los poderes de los cuerpos de los que se adueñaban, y los iban acumulando, su paso por el mundo era fugaz, y su forma de perpetuar la especie, era la de adueñarse del cuerpo de una embarazada y desvanecerse en ese cuerpo, mientras un nuevo visionario se conectaba al mundo de los visionarios, habiendo un mismo número de visionarios, siempre conectados. En cierta manera, eran uno, una especie de memoria colectiva, de recuerdos de los visionarios, de los cuerpos adueñados, de los dones, etc.

A la mañana siguiente partió con sus diez soldados. Sabía, que se estaban preparando más soldados. Y que ellos sólo eran una avanzadilla. Pero el poder destructor de ellos diez, era como el de 1.000 soldados que les respaldarían al día siguiente, pero a estos soldados se les sumarían otros 10.000 soldados, y por si fuera poco, si hubiese quedado algo en pie, habría una última oleada de soldados enviada por las gentes de Addus, para destruir cualquier esperanza a los supervivientes de la masacre.

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