AVISO

AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 22 de abril de 2012

¡Recuerda! (2)

Entre delirios, Yaakov Kav, volvió tres meses atrás, a Hatzad, en el Condado de Hatzadikim, ante una multitud trastornada que le cerraba el paso, su mente no podía retroceder más, estaba bloqueada. Recordaba, como angustiado, avanzaba entre los escombros, hiriéndose la piel rozándose con los cascotes. A sus espaldas, podía sentir como se aproximaba el aliento de la muerte. Y ante él, ya no veía personas, sólo obstáculos.
Sabía que cada individuo que sobrepasaba, caía en las fauces de los seres que les perseguían, capaces de separar las extremidades del cuerpo de uno, sin el menor esfuerzo, y de arrancar generosos trozos de carne, con el agarre de sus mordiscos. No había cabida para la compasión, e ir en busca de los rezagados, o cargar con heridos que terminaban siendo un lastre, pues sólo se retrasaba lo inevitable, pues acababan abandonados, convirtiéndose en obstáculos.

Él mismo, había arrastrado a un pobre moribundo que le había agotado, y había visto con sus propios ojos, como había sido devorado. Ahora, con los músculos entumecidos, tenía que seguir adelante sino quería correr la misma suerte. Pero había perdido una oportunidad valiosa de huir, por haber cometido un acto inútil, que había hecho peligrar su vida.

Por eso los tenía tan cerca, pues estaba al final de todo, donde había un tumulto de gentes formado por los más desfavorecidos, los paralizados por el terror, los que todavía no habían aprendido la lección y desconocían la magnitud de la tragedia y se dedicaban a ayudar a los demás o a buscar sus seres queridos entre los escombros, los que no podían más y se daban por vencidos, y los que luchaban pero se arrastraban por el suelo, algunos ya agonizantes, abriéndose paso a trompicones, sin miramientos, pues sabían muy bien que ocurriría si se detenían, simplemente girarse y era enfrentarse a ellos, detrás sólo estaba la muerte, y ya llevaban horas escuchándola, como en una tormenta, apenas había distancia entre el rayo y el trueno.

Trastocado, como si cruzara un bosquecillo de juncos de puntas afiladas, de gruesos troncos, se exasperaba encrespado por la cantidad de golpes emitidos y recibidos. Se movía extenuado, desorientado, salpicado de sangre, sin saber si era suya o de otros. Conmocionado, descompuesto al ver piernas partidas, heridas abiertas, donde emanaba sangre a borbotones y afloraban los huesos, fruto de la huida en estampida.

En el fondo, Yaakov, comprendía tanto desorden, pues comparado con lo que dejaban atrás, cuerpos mutilados, costillas abiertas de par en par, decapitaciones, mandíbulas desencajadas, córneas vacías, lenguas arrancadas, cerebros desgajados, fruto de la violencia de esos seres que les perseguían, era lógico, que sólo valiera el sálvese quien pueda. Se despertó tal sentimiento de horror, que incluso Yaakov pudo observar como una madre, utilizaba a su propio hijo como carnaza, para poder avanzar unos metros y escapar del peligro. Algunos usaban los heridos como escudos, otros se peleaban, pero los seres monstruosos les rodeaban y les reducían a restos de carne desgajada entre sus dientes.

Le espantaba que le cercenaran las orejas, o los dedos de pies y manos, o los testículos. Estaba tan horripilado, que cada vez, podía sentir que estaban más lejos. Había comenzado a embestir a la gente que no le dejaba pasar, se habían metido por una callejuela que había formado un tubo, y estaba completamente congestionado, estaba en medio, de un montón de gente, se sentía asfixiado, sin poder dar un paso más.

En lugar de ir hacia delante, fue hacia un lado, con la esperanza de que al haber tal multitud de gente a su alrededor, los monstruos estarían entretenidos un buen rato. Le daba pánico aventurarse, pero reconocía que permanecer quieto, era una mala idea. Algunos, al verlo, empezaron a moverse en su misma dirección, hacía las viviendas, y empezaron a descongestionar la calle. Provocando que la muchedumbre que había detrás, convertida en carnaza, corrieran despavoridas en todas direcciones, dejando el paso libre a sus perseguidores.

Yaakov seguía a lo suyo, sólo veía una puerta abierta frente sí, y estaba a dos metros, había hueco para llegar, tras la movilización del gentío, aunque tenía que recorrer ese espacio a hostias, pero al menos, podía avanzar y eso le reconfortaba. No se atrevía a mirar atrás, sólo importaba lo que tenía enfrente.

Sabía que en su interior había algo, pero lo había bloqueado, y tras la aparición de esos seres, y como se subvirtieron las cosas, no hubo tiempo para la recapacitación, el razonamiento, ni por lo visto el altruismo, pues el traspaso a la otra vida, llegaba de una forma brutal y dolorosa, humillante y agónica. No había normas de conducta ante tal hostilidad, ni habían sido preparados para enfrentarse a dichos acontecimientos.

Abstraído, Yaakov, intentó orientarse de nuevo, analizando todo el trayecto que había recorrido hasta llegar allí, intentando recordar donde podían estar ubicados esos seres, para saber cual sería la mejor opción, reconocía, que no tenía que haber abandonado el anterior camino, pues ellos mismos se habían ocupado de refrenarlos al convertirse en carnaza, pero ahora, que se había separado del grupo, temía encontrárselos de sopetón.

Se preguntaba si llegaría ayuda del exterior, o si él escaparía. O si los otros Condados habían caído. No sabía que le esperaba fuera. Yaakov, que hasta ahora había sido feliz, con su familia, con solícito padre, entrañable esposa en cinta, y algo en su cabeza que no podía identificar, había quedado atrás, sólo importaba el presente.

Accedió a la vivienda, en compañía, pero decidieron trabar la puerta al ver que no venía más gente, pues era demasiado tarde para ellos. Exaltado, sin tiempo que perder, fue con los otros al jardín, pero ni el olor a menta, manzanilla, mirto, azahar que iba detectando, podía borrar, el hedor que se había impregnado en su ser. Descartó mirar por alguna ventana del interior, pues le parecía una ratonera. Yaakov sólo quería cubrir todas las entradas y salidas del jardín, y salir de allí cuanto antes.

Conocía la casa, en cierta manera, conocía todas, pues era habitual reunirse, incluso, era amigo de las personas con las que estaba, y ahora se trataban como desconocidos. Estaba enfrente del cinamomo, pensando como actuar, pronto llegarían, tal vez deberían asomar la cabeza sobre los muros, cubiertos de jazmines trepadores. Empezó a calmarse con el sonido de la fuente, rodeado por los cipreses.

Pronto vio el palomar, ninguno de ellos había visto ningún animal hasta ahora. Aunque podían a ver mimetizado con la naturaleza con anterioridad, con el agua de las acequias, pero estaba corrompida por la sangre. Yaakov aproximó una de sus manos sobre una de las palomas, y se transformó, y batió sus alas hasta posarse sobre la fuente, le contemplaban atónito. Ya se oían los gritos, chillidos, pues un gran tumulto se abalanzaba sobre ellos.

Yaakov no podía creerse que le observaran perplejos, y a la vez despavoridos, no comprendía que no adoptaran su misma estrategia de escape, por que tardaban tanto en transformarse si su padre le había dicho que esa era la habilidad del clan, al que él pertenecía. Yaakov podía sentir como la muerte se avecinaba, mientras le examinaban con gran curiosidad. Yaakov empezó a sentirse como un bicho raro, al ver como clavaban sus ojos en su ser. Por fin, algunos vencieron sus miedos y empezaron a buscar vías de escape, otros se miraron entre ellos compungidos, unos aguardaban expectantes, sin apenas tragar saliva.

Yaakov recordó sus imprudencias de antaño, su cambio de nombre, una tonteria que hizo por su esposa, aunque realmente lo hizo para fastidiar a su padre que no la aceptaba, pues no se creía la historia de que había sido secuestrada de niña, y que finalmente había escapado, y la llamaba despóticamente descendiente de los “Van Jur”. No fue hasta que se quedó en cinta, que pudo demostrar ser una Vetivk, aún así, la esposa de Yaakov, mantuvo su nombre de niña, pues se había acostumbrado, y Yaakov no le obligó a cambiárselo, al contrario, le gustaba su nombre, y le demostró su apoyo, cambiándose el suyo por Yaakov, que era como diría Jakue un Van Jur.

Por unos momentos, sus amigos, que había sentido como desconocidos, ahora volvían a preocuparle. Unos instantes antes, hubiera pasado de ellos y se hubiera largado, pero sólo tenía que estar cerca del palomar. Se destransformó y les preguntó por su capacidad. Ellos le indicaron que como si no lo supiera, pues era reunirse y poner en común los descubrimientos, transmitiendo de generación en generación todos sus conocimientos, obteniendo la inmortalidad a través de la memoria colectiva.

Yaakov vio que se sentían frustrados. Una parte de ellos quería estudiarle, otra quería huir, otra estaba demasiado asustada, aunque todos querían proteger lo que sabían. Pidieron a Yaakov que volviera a transformarse, y así lo hizo, para que advirtiera a los otros Condados, pues sus muertes no eran una catástrofe, si no lo que se perdía con ellas. Ya estaban dentro. Entraron devastándolo todo.

Unos intentaron saltar los muros, cubiertos por jazmines trepadores, alguno lo consiguió. Otros fueron apresados antes de intentarlo. Otros daban círculos por el jardín sin saber a donde ir, otro se escondía silenciosamente en el pabellón aguantando la respiración, privado del embriagador olor que desprendían las rosas trepadoras.

- Yaakov, huye y cuenta lo que ha pasado.

Yaakov volvió a transformarse, echó un último vistazó al horror que se desató en esos muros salpicados de visceras y sangre, y alzó el vuelo. Sus ojos no querían volver a mirar abajo, pues estaban agotados de presenciar tanta masacre y le aterrorizaba perder el control, así que sin perder de vista el frente, se dirigió volando a Guelikim.

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