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AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 11 de marzo de 2012

¡Azar!

La Detective Zadjel apenas se había movido. Tenía el ceño fruncido. Sus ojos parecían agotados tras contemplar una partida de ping-pong. Sus ojos ahora vagaban por la cocina como si buscaran la diminuta pelota blanca. De repente encontró la diminuta pelota blanca imaginaria y se incorporó como si fuera a recogerla. Se aproximó al hijo del viejo y se inclinó sobre él, apresándolo con sus brazos, buscando la complicidad del Detective Sturgeon.

- Mientras su padre estaba con su novia, ¿usted donde vivía?

- Aquí.

- Y cuando las hijas de la novia de su padre le echaron, ¿usted donde vivía?

- Aquí.

- Entonces… hasta ahora, usted y su padre han vivido juntos aquí. En ningún momento, su padre tras la separación con su novia, se quedó sólo y deprimido. Usted ya estaba aquí, y no tras el infarto, como daba a entender, como si se hubiese mudado por compasión, para cuidar a un pobre viejo. Y parece que tiene la intención de seguir viviendo aquí, tras su muerte. O… ¿Dónde va a vivir?

- Aquí

- Yo creo que no, Sr. Sadhu, yo creo que vivirá en la cárcel por parricida.

- Nos lo llevamos. – Se levantó el Detective Sturgeon sacando las esposas.

La Detective Zadjel no lo vio venir, Witold le cogió la Glock 37 y apuntó al Detective Sturgeon y le disparó, lo único que pudo hacer ella fue darle un golpe de cadera que desvió la trayectoria del proyectil. Se escuchó lo que pareció el eco de ese disparo. A su vez, Sturgeon había disparado la suya, pero al golpear Zadjel a Witold, lo que iba a ser un disparo de aviso, acabó siendo un deplorable gimoteo tras darle en plena yugular que acabó con unos espasmódicos y asfixiantes gorgoteos. Exhaló su último aliento después de sonar como un intento de hacer gárgaras y esputar mocos y sangre.

La silla de Witold cayó hacia atrás. La Detective Zajdel dejó que la inercia actuara y el cuerpo de Witold se desplomará sobre el suelo y se sumergiera en su propio océano de sangre. El Detective Sturgeon corrió hacia ella. El primer impulso de Zajdel era recuperar su Glock, pero Sturgeon se lo impidió. Quedaron abrazados apoyados contra la encimera, viendo ese terrible espectáculo, Zajdel sólo quería que todo aquello terminara, quería recuperar su arma, irse a casa. No, quería tomarse una cerveza y un chupito de escocés.

Esa casa ya era muy ruidosa antes del incidente, pero ahora lo era mucho más. El bullicio llegaba de la calle. Desde lejos podía escucharse como llegaba un coche patrulla, una ambulancia, que se juntaba al ruido del plástico de la mesa, sillas, nevera, al sofá, al hombre histérico del salón, vecinos, a sus compañeros, a los murmullos, cuchicheos, pisadas, corredizas, al ir y venir que se escondía detrás de la puerta.

De repente se abrió la puerta de la cocina. Entró la forense, el fotógrafo, y dos oficiales. La Detective Zajdel se distanció del Detective Sturgeon y se acercó a la forense que ya se había posicionado junto al cadáver, de cuclillas con el maletín a su lado, entreabierto. Por otra parte, el fotógrafo, se había colocado al lado de Sturgeon, que se estaba recomponiendo el traje. Los dos oficiales estaban inspeccionando la cocina.

El alboroto seguía detrás de la puerta. Sturgeon y Zajdel se miraban sin saber muy bien que ocurría. Parecía haber más movimiento fuera de la cocina que dentro. Pronto, reconocieron el sonido de las ruedas de una camilla que penetraba en el interior de la casa. Los Detectives estaban desconcertados. Inspeccionaban a Witold y lo veían realmente muerto, no entendían muy bien las prisas para llevarse el cadáver de allí.

La camilla no entró en la cocina, se quedó fuera. Era como si una rata enorme estuviera rascando detrás de la puerta, las paredes. Les invadía la curiosidad a ambos. No sabían que hacer, si permanecer en la cocina o ir a fuera a ver que cojones pasaba. La Detective Zajdel no podía más, tenía que saber que cojones pasaba. Dejó a la forense con la palabra en la boca y se dirigió hacia la puerta, el Detective Sturgeon la siguió.

Al descubrir lo que ocurría, Zajdel se inclinó quedando su espalda sobre la pared, y fue resbalando y resbalando hasta quedar sentada sobre el suelo con la cabeza escondida entre sus manos. Sturgeon, al descubrir a Zajdel se sentó a su lado. El Detective miró a su alrededor y se percató de lo que ocurría, pasó el brazo por detrás de la espalda de Zajdel y la acercó contra si, ésta se abrazó a él. Él puso su mejilla contra la suya, y le musitó unas palabras en su oído. Estuvieron un momento abrazos, y luego se separaron, quedando sentados el uno al lado del otro con las manos cogidas. Luego, el Detective decidió levantarse para ir a indagar.

El Detective Sturgeon fue a preguntar por la vecina. Ésta se había escondido tras la puerta de la cocina para escuchar la conversación que habían mantenido con Witold Sadhu. Aunque sentía que estaban en cierta manera conectados por que había recibido una bala que anteriormente iba dirigida a él, en cierta manera podía sentirse responsable, pero en el fondo pensaba que si ella no se hubiese puesto a espiar conversaciones ajenas, no se encontraría en esa situación tan lamentable.

Todos tenían cierta parte de responsabilidad. Si las hijas de la novia de Czeslaw Sadhu no le hubiesen echado de la casa de su novia, éste no hubiese vuelto a su casa con su hijo, Witold Sadhu. Witold no hubiese matado a su padre. Los Detectives Sturgeon y Zajdel no hubiesen interrogado a Witold en la cocina de los vecinos. Witold no le hubiese cogido la Glock 37 a Zajdel. La vecina no hubiese estado detrás de la puerta, y no hubiese recibido ninguna bala perdida dirigida al Detective Sturgeon. Aunque quien sabe, a lo mejor hubiese pasado otra cosa.

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