AVISO

AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 4 de marzo de 2012

¡Albur!

Amarrado, en medio de un océano de sangre, un viejo yacía muerto. Se había ensogado con un cinturón anudado al pomo de una puerta. No murió ahorcado. Czeslaw Sadhu, parecía que se había arrepentido en el último segundo, pero cuando trató de deshacer el entuerto, la hebilla se le había clavado en la yugular, y al estar medicado con Sintrom, se empezó a desangrar. Cuanto más se debatía por su vida, más se le escurría ésta de entre sus manos, hasta que al fin, el negro manto de la noche, cubrió su rostro.

El Detective Sturgeon se había sentado en un rincón para fumarse tranquilamente un puro. Necesitaba calmarse. Siempre le agobiaba ver tanta gente concentrada en un espacio reducido. Se preguntaba por que había tanta gente revoloteando por allí. Era su escena. Su víctima. Sus testigos. Sólo quería que se largaran. Finalmente, llegó su compañera, la Detective Zajdel.

- Sturgeon, han puesto un coche más para todo el equipo.

- ¿Sólo? ¡Si con lo que va de mes Kropotkin y Geddes han perdido dos coches!

- Bueno… Todavía nos quedan… incluso tenemos el Humvee…

- Zajdel, ¿no lo recuerdas?… Munford se lo cargó.

- ¡Joder! Por eso perdimos el Tanque…

- Ese jodido idiota… podía haber preguntado como funcionaba…

- Supongo… pero hoy en día… ¿Quién cojones piensa con claridad?

- Pues debería… Zajdel… ¡Nuestra vida depende de ello!

- Ya… pero como si no lo supieras, Sturgeon… esto es una puta mierda… y nos ha tocado comérnosla.

Los Detectives Sturgeon y Zajdel se abrieron paso hasta el cadáver. La forense les mostró el cuerpo del Señor Sadhu. El fotógrafo iba capturando instantáneas subjetivas desde diversos ángulos y puntos de vista que se le ocurrían. Todo era procesado, fotografiado y etiquetado como prueba: salpicaduras de sangre, manchas, huellas, marcas, arañazos, pelos, residuos, objetos volteados, señales de lucha, fibras, etc.

Aunque aparentemente la policía creyera que era un suicidio, no descartaban la idea de asesinato. La policía trataba los suicidios como asesinatos, por que algunos asesinos querían hacer creer que la víctima se había suicidado, y si no fuera por que cometían algún error de cálculo, esos asesinos se irían de rositas. A parte, el suicida para la policía era un asesino, pues se asesinaba a si mismo, y aunque en los suicidios la policía intuyera quien era el asesino desde un principio, obviamente lo tenían que verificar.

El Detective Sturgeon estaba tomando algunas notas cuando un agente se le acercó para cuchichearle algo en el oído. Dejó escapar una estruendosa risotada por el cerco de sus dientes. La Detective Zajdel le miraba con expectación, pero su compañero sólo abría la boca para dejar ir esa risa contagiosa. Los dos detectives estaban partiéndose de la risa y ella no tenía ni idea de por que demonios lo estaban haciendo.

- ¡Joder! Mira si será guasón que le dice al colega… que acabemos pronto… ¡Qué se quiere ir a dormir!

- ¡Si! Tiene más gracia que un niño muerto.

- ¡Joder! Esa frase tiene menos gracia que cualquier cosa muerta…

- Como su padre… Que sé donde está… pero el hijo no…

- Con los vecinos…

- Pues vamos a tener una charlita con él…

- Si, pero mejor hablo yo…

Los Detectives Sturgeon y Zajdel entraron en la casa de los vecinos. La vecina acomodó a los detectives y al hijo del viejo en la cocina para que tuvieran un poco de intimidad. La mujer se ofreció para hacerles un poco de café. Permanecieron en silencio, mientras la mujer preparaba el café, aunque la mesa no dejaba de quejarse, pues estaba cubierta por un plástico que se pegaba en las mangas de las chaquetas y desprendía un sonido quejumbroso cada vez que los detectives se movían.

Finalmente, la mujer desapareció tras la puerta. El hijo del viejo quedaba sentado enfrente de ellos. Las sillas chirriaron cuando se acercaron a la mesa para coger sus respectivas tazas de café humeante. El plástico acompañaba. De repente se podía apreciar el leve zumbido que provenía del refrigerador, que se unía en armonía. El titileo, casi imperceptible, del fluorescente. El rítmico refrito de las moscas. Hasta que fueron devorados por una calurosa discusión bastante audible que mantenían dos pandillas de chiquillos que provenía de uno de los callejones que daban a esa cara del edificio y se colaba a través de las ventanas.

Los Detectives Sturgeon y Zajdel se miraban. Miraban al Hijo del viejo. El Detective se había inclinado hacía atrás con las piernas separadas buscando una posición cómoda. Con la cabeza ladeada y sin dejar de observar al hijo del viejo, se encendió otro puro. Se desabrochó la chaqueta del traje, se aflojó la corbata. Se sentía como en casa. La cocina se llenó de humo. La Detective estaba inclinada hacía delante, con las piernas separadas también, se veía en los ojos del hijo del viejo, tal vez éste también podía verse en ella.

- ¿Nombre? – El Detective soltó una bocanada de humo.

- Witold Sadhu.

- ¿A que hora encontró al fallecido, Sr. Sadhu?

- Pues no lo sé… yo llegaba de paseo… no estaba pendiente del reloj… sólo sé que llegué a casa y estaba allí tirado… en la puerta de su habitación, pero dando hacía el salón… si llega a hacerlo dentro de su habitación… ni me hubiese dado cuenta…

- Hubiese visto la sangre…

- ¡Que sangre y que ocho cuartos! ¿No se había ahorcado?

- En principio parece ser que quería ahorcarse, pero por lo que hemos comprobado hasta ahora podría ser que su padre se arrepintiera en el último minuto. Creemos que accidentalmente se clavó la hebilla del cinturón al intentar liberarse. Con lo cual se desangró.

- Yo… yo es que no llegué a ver tanto detalle… yo enseguida me fui a casa de los vecinos. Mi vecino fue en busca de un médico que conocía. Su enfermera se ocupó de todo… yo… yo me quedé aquí, con la vecina, yo… yo no quería tocar nada… nada… tenía miedo de que me cayera el muerto encima.

- Entonces… a lo mejor su padre estaba vivo cuando usted llegó. Podía haberlo comprobado tomándole el pulso. Si hubiese estado vivo todavía, podía haberlo ayudado mientras esperaban a alguien que lo atendiera.

- ¡Lo siento! ¡Ni soy médico! Ni tengo ningún tipo de preparación que me ayude a afrontar este tipo de situaciones… ¿Qué podía hacer? ¿Taponar la herida con un corcho de vino y cinta de embalaje? Yo que sé… Encima no sé si tengo esas cosas aquí… hubiese tenido que bajar a una tienda a buscarlas… ¿Y si lo hago? Yo cubierto de sangre… mi padre cubierto de cinta de embalaje… ¡Me busco la ruina! Me acaban acusando de asesinato por que creen que había tratado de inmovilizarlo al enmudecerlo para que los vecinos no le oyeran protestar… A parte, ¡cómo si se pudieran comprar todavía estas cosas! Tampoco tardaron tanto mi vecino y el médico…

- ¿Seguro? Usted podría haber salvado a su padre…- El Detective Sturgeon apagó el puro en el café. - Tal vez sea responsable de su muerte por negligencia. – Soltó mirando a la Detective Zajdel.

- Mire… El hombre se intenta matar y encima me responsabilizan a mí de su muerte. ¿Por qué no culpan a la novia demenciada que no se quiso casar por que no querían fusionar sus cartillas de racionamiento? ¿Por qué no culpan a las hijas de su novia demenciada por qué se negó a pagar con lo que fuera los servicios de la enfermera que debía cuidar a su novia y por eso le echaron de la casa en la que vivían juntos y tuvo que volver a la suya, sólo y deprimido? ¿Por qué no culpan a los médicos que le quitaron los antidepresivos el día que le hospitalizaron por culpa de un infarto? ¿Por qué no le culpan a él? ¡¡Él es el que se ha matado!

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