AVISO

AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 22 de enero de 2012

¡Recuerdo!

El ambiente estaba cargado. Sus ojos se abrieron, tenía la cabeza apoyada sobre el pecho todavía caliente de un desconocido. La oficial general Ginzburg estaba desubicada. Otra habitación de hotel anónima. Estaba sentada a horcajadas sobre el cuerpo ensangrentado de un joven. Dio un respingo, podía sentir algo encajado dentro, perforándole las entrañas. Confusa y aturdida, intentó zafarse, notó como los fluidos se escurrían de entre sus piernas, fue una sensación desagradable.


Ginzburg, apartó el cuerpo del chico, de una patada. La cara del joven estaba desencajada, se le salían los ojos de las córneas que estaban en blanco, aún así, parecía estar mofándose en su cara. Caótico. A Ginzburg, empezaba a molestarle con que frecuencia se repetían esas escenas. No recordaba nada, como había llegado allí, que había ocurrido, su mente estaba dispersa. Sólo sabía que estaba desnuda, que él estaba desnudo, ambos, cubiertos de sangre.

Le inspeccionó más detenidamente, no respiraba, tampoco lo hicieron los otros, cuando despertó junto a ellos, las mismas heridas, los mismos desgarros, pero en la habitación no había señales de lucha. Ambos presentaban marcas en las muñecas, en los muslos, en el cuello, como si hubiesen estado forcejeando mientras se entregaban el uno al otro.


Le dio la vuelta, pues tras la patada, el chico había quedado boca abajo. La misma apertura en el pecho. Metió su mano en ella. Profunda. Las costillas partidas. El pulmón perforado. Corrió hacia un espejo. Su cara manchada de sangre. Carne entre los dientes. Estaba soñando. Pero sabía que no era la primera vez que sucedía. O alguien quería volverla loca y estaba jugando con ella haciéndola creer que era capaz de eso, o realmente lo había hecho.


Llamó a su ayudante Itsaso Hilsenrath. Ya no tenía que fingir ni inventarse ninguna excusa. Mientras esperaba se duchó. Mientras las gotas de agua purificaban su cuerpo se cuestionaba si realmente había sido capaz de realizar tales actos. Era imposible. Ni reunía la condición física ni tenía el estómago para ello. Alguien quería hacerle creer que si, seguro que estaba siendo víctima de algún tipo de complot, tenía que ser eso.


Mientras se vestía recordaba el episodio sucedido en su hogar, la extraña pareja que se le apareció como un tipo de sueño, y como luego Zaken se abalanzó sobre ella, ahora todos parecían sus enemigos. No podía confiar en nadie, ni en ella misma, pues la incertidumbre pendía sobre su cabeza, y cuando abría los ojos, un nuevo cadáver yacía abrazada a su pecho.


Su ayudante vino a recogerla, el coche esperaba a bajo. Su calor corporal ascendió. El pasillo se hizo eterno. Quería llegar al ascensor, pero la puerta nunca llegaba. Cientos de ojos la rodeaban y la observaban. Bocas susurraban a su alrededor. Los dedos la señalaban. El suelo temblaba. Le hubiese gustado aferrarse al brazo de Hilsenrath pero hubiese sido una muestra de debilidad y tenía que permanecer firme ante sus subordinados.


Se cruzaron con el equipo de limpieza de la División de las Gorgonas. Confiaba en la Discreción de su ayudante, pero no podía evitar pensar que ese asunto tarde o temprano le reventaría en la cara. Tenía tantas cosas en la cabeza, que en ese momento no podía pensar en nada, sus neuronas estaban en ebullición, no podía seguir el hilo de sus pensamientos. Estaba asustada, se sentía insegura, los sonidos la apabullaban, escuchaba sus pasos y los de los demás dirigiéndose al ascensor, sentía como si tras la puerta, fuera a aparecer Zaken para apresarla y llevarla a una de las salas de interrogatorios, una gota de sudor le cayó por la sien.


Su cabeza iba a estallar. Bajaron al hall. Salieron a la calle. El sonido de los coches la invadió. Le temblaban las piernas. Estaba en estado de alerta. Tenía los labios cortados. Estaba destemplada. Congelada. Le castañeaban los dientes. No podía evitar mirar en todas direcciones cualquier punto de luz, sombra, todo estaba difuminado y borroso. Estaba paranoica.


Las voces distorsionadas, parecían enlatadas. A penas podía distinguir lo que le estaba comentando su ayudante Hilsenrath. Notaba todavía los restos de carne entre sus dientes y eso que se había cepillado los dientes hasta que le habían sangrado las encías. Su ayudante, le indicó que la iban a llevar a otro hotel, ya que desde el incidente en su hogar, su casa no era segura.

Sintió la mano caliente de su ayudante, por un momento le reconfortó. Ginzburg miró por la ventana, hubiese sido un buen momento para refugiarse en la complicidad que le estaba ofreciendo su ayudante, pero prefirió evadirse, soltó la mano de su ayudante, y se encerró en su soledad, en un gran silencio. Hilsenrath respetó su silencio.


Ginzburg, no coseguía dormir por las noches, el monstruo se introducía en sus sueños, dejando marcas en su piel, un cadáver sobre la cama, pero ningún recuerdo en su cabeza sobre lo sucedido. Tal vez, ella era el monstruo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario